Resistencia a los herbicidas

A principios del siglo XX, se popularizó el uso de sustancias químicas para acabar con ciertas especies indeseadas de plantas, hongos y animales. Existen insecticidas –usados para acabar con insectos–, fungicidas –para matar hongos–, pesticidas –para eliminar enfermedades de plantas– y herbicidas –para eliminar alguna planta no deseada–. Estos últimos son los más comunes y se utilizan para controlar el crecimiento de las hierbas entre los cultivos y en las orillas de las carreteras.

Los herbicidas funcionan de muy diversas maneras, desde deteniendo la fotosíntesis hasta inhibiendo la producción de determinadas proteínas. Lo que ha sucedido es que los herbicidas no matan al total de las hierbas objetivo. Dado que siempre hay variabilidad genética, siempre existen algunas hierbas que no mueren cuando el herbicida es utilizado por vez primera. Esas plantas se reproducen y al poco tiempo surge una variedad resistente a la cual ya no es posible eliminar utilizando el mismo producto en otra ocasión.

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